En los meses fríos, la circulación sanguínea se ralentiza, por eso conviene dedicar a los pies un tiempo extra que active su circulación: un excelente hábito es sumergirlos cada noche en agua caliente y, después, darles un masaje con aceite de sésamo y clavo, friccionando también las plantas de los pies. ¡Verás qué alivio!
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