No use nunca agua para limpiar los objetos lacados; semejante tratamiento acabaría muy pronto con su brillo y aspecto. Para ello, prepare una pasta con una cucharada de harina desleída en aceite de linaza y aguarrás, mézclelos a partes iguales. A continuación, pase este preparado con un trapo suave efectuando siempre movimientos circulares de la mano, para no rayar la laca.
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